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Dado que trabajaremos con un museo de género, asentar unas bases teóricas resulta imprescindible. Consecuentemente, la intención aquí es contextualizar superficialmente la evolución de este movimiento y poner la vista en el campo de la intervención artística, especialmente en relación con la tecnología.

Aunque la problemática de las desigualdades entre géneros se ha venido observando desde muy antiguo, no fue hasta el siglo XIX cuando gracias a los movimientos sufragistas de Estados Unidos e Inglaterra, estas ideas empezaron a fraguarse a nivel internacional. Una vez conseguido el sufragio universal, el movimiento quedó algo estancado hasta que su reanimación durante los movimientos sociales vividos a finales de los años sesenta, en el contexto de las protestas de Mayo del 68.

Durante los años 70 el objeto del feminismo era “la mujer”. En este contexto, la producción artística feminista se centró en la experiencia femenina. En 1973 Judy Chicago y Miriam Schapiro publicaron en la revista “Womanspace Journal” un relevante artículo titulado “Female Imagery” en el que se reivindica la imaginería femenina. Aunque fue criticado por ciertos sectores, en un inicio fue bien aceptado. La imagineria artistica feminista de este periodo se centran en el cuerpo de la mujer y su experiencia, abordando cuestiones como la sexualidad o la menstruación.

Una de las acciones más relevantes de este periodo fue la creación de la Woman House. Lo que fue una casa abandonada de Los Ángeles se convirtió, gracias a la acción llevada a cabo por un grupo de estudiantes de arte feministas, en una gran instalación donde se cuestionaba el papel de la mujer en el entorno doméstico. Además de la intervención en todas las habitaciones de la casa (una cocina con las paredes cubiertas de pechos, o el baño repleto de productos higiénicos para la menstruación), también se realizaron performances y talleres tales como “Waiting” de Faith Wilding, en la que la artista relataba una lista infinita de cosas por las que esperaba mientras se balanceaba en una mecedora. (Mayayo, 2003:100)

En este periodo el feminismo navegó y exploró sus propias contradicciones, entre el esencialismo y el constructivismo. Se experimentaron durante los 80 fragmentaciones diversas entre las filas feministas y su concepción del sujeto. Se considera que fue en los años 90, tomando la obra de Judith Butler, “El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad” como referente, cuando el feminismo asume la identidad como un gesto performativo que no existe más allá de su propia expresión.

En este contexto, resulta interesante hablar de la producción artística feminista en relación a las entonces “nuevas” tecnologías.

La historia de la relación que ha existido entre la tecnología de la computación y las mujeres se remonta a los inicios  de la propia historia de la tecnología. Autoras como Sadie Plant (1996) o Remedios Zafra(2013:51) han tomado como punto de partida la figura de Ada Lovelace, quien fue considerada madre de la computación.

Es propicio que analicemos las numerosas visiones que se han proyectado desde el feminismo en torno a las posibilidades que ofrece Internet y lo digital como escenario o laboratorio de transformación social. Un futuro digital, donde la relación entre la tecnología y las mujeres nacía con pretensiones emancipadoras y de empoderamiento.

Si bien no fue el primer momento de la historia en que las mujeres artistas concibieron el papel liberador que podía ejercer la tecnología, pues ya en los setenta era frecuente encontrar la imagen de máquinas reproductoras en las performances feministas de la época, sí que se puede considerar que en los noventa se da un paso más, provocando el nacimiento de la ideología ciberfeminista contemporánea. Si el feminismo aceptaba a la máquina como herramienta al servicio de la liberación femenina, el ciberfeminismo dejaba de centrarse en el cuerpo para centrarse en la máquina.  La diferencia esencial entre un momento y otro es apuntada por Yvonne Volkart (2000):

“Mientras que el feminismo defendía la apropiación de las nuevas tecnologías como herramientas al servicio de la liberación de las mujeres, el ciberfeminismo promueve la idea de convertirse en cyborg y de gozar de los nuevos placeres asociados a este cambio. En otras palabras, las tecnologías ya no se perciben como simples prótesis o instrumentos de liberación separados del cuerpo. Lo que se está produciendo es una fusión entre el cuerpo y la tecnología. […] En el ciberfeminismo la utopía de la emancipación femenina sigue estando asociada al cuerpo […], pero ese cuerpo ya no es lo que pensábamos que era.”

Estas ideas de cyborg nacieron tras la publicación del “Manifiesto para cyborgs” (Haraway, 1983), seminal en la teoría ciberfemnista.

La obra de Sadie Plant “Ceros + Unos. Mujeres digitales + la nueva tecnocultura” se torna esencial para entender la gestación del ciberfeminismo, pues las lógicas binarias occidentales se rompían en el contexto de la digitalización:

“Si se supone que cero significa un agujero, un espacio o un fragmento perdido y uno es el signo de positividad, las máquinas digitales invierten completamente estos códigos binarios. […] Ya no es un mundo de unos y no-unos, de algo y nada, cosas y brechas, sino de no-agujeros y agujeros, no-nada y nada, brecha y no-brecha” (Plant, 1997:62)

Así, en 1991 nacieron las australianas VNS (VeNuS) Matrix; un grupo de artistas y activistas ciberfeministas compuesto por Julianne Pierce, Josephine Starrs, Francesca da Rimini  y Virginia Barratt. Estas mujeres que iniciaron sus andanzas en el chick porn [porno de mujeres], abordaron la materialización de su discurso de un modo agresivo y visual, plasmando lo abyecto, iluminando y figurando lo oscuro como crítica al logocentrismo. Sus prácticas, que aspiraban a ser el virus virtual que hackease y exterminase al patriarcado desde Internet, no solo tenían carácter político sino artístico. El modo en que se configuraba el mensaje, el lenguaje, era el propio discurso.

En su manifiesto fundador Cyberfeminist manifesto for the 21st century (Manifiesto feminista para el siglo XXI) (VNS Matrix, 1991) describieron el ciberfeminismo como un futuro violento, utópico y absoluto. Quisieron crear un Matrix, una matriz, un espacio en el epicentro de Internet desde el cual abarcarlo todo.

Así, el ciberfeminismo centró su acción en la creación de redes de mujeres, la crítica al trabajo femenino y la fabulación de utopías identitarias.(Mayayo, 2003:247)

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